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El FUTURO del agua en España

16/08/2016

El FUTURO del agua en España


Lorenzo Correa Lloreda

Lorenzo Correa Lloreda

  • Autor del proyecto FUTURODELAGUA.COM
  • Executive & Life Coach por la Escuela Europea de Coaching (2011)
  • Master en Coaching con PNL por la AEPNL (2010)
  • Practitioner en Programación Neuro Lingüística (PNL), por la Asociación Española de PNL (2008)
  • Post grado en dirección y gestión ambiental, por la Fundación Abat Oliba (1998)
  • Ingeniero Civil, por la Universidad Politécnica de Madrid (1980)

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Los profesionales del agua se cuentan por miles, los expertos por centenares… pero los que “no saben aunque sí contestan”, son millones. En este río revuelto nadan peces de todas las especies y muchas de ellas aportan soluciones excluyentes, generando tensión y rechazo. Todas las energías necesarias para avanzar, se pierden en ello.
 
En el discurso imperante de la gestión del agua se emiten legislatura tras legislatura, año tras año, lapidarios juicios con los que se pretende transmitir una apabullante seguridad en el diagnóstico desde el mundo científico. Socialmente priman las ideas conservacionistas, apoyadas en las carísimas de cumplir directivas europeas del agua. Esta situación, lleva a reflexionar sobre la competencia en materia de toma de decisiones tan importantes como la de cómo hay que gestionar el agua en el futuro, porque… ¿quién decide en materia de gestión del agua: políticos, técnicos, científicos, la sociedad, una asamblea de expertos, por referéndum?, ¿con qué criterio se decide: solidario con los seres vivos, solo con los seres humanos, solo con los ecosistemas?, ¿qué le pasa a un decisor cuando se equivoca, le sale gratis el fallo?, ¿y a un experto, también le sale gratis?, ¿qué tipo de responsabilidad tiene si falla quien diagnostica y proclama a los cuatro vientos su diagnóstico? 
 
Los políticos se ganan su sueldo defendiendo los intereses de las personas que les votan. Deciden basándose en las leyes que promulgan y en el bien común. Si se equivocan, las elecciones les pasan factura. Si no aprenden de sus errores, antes o después, dejan de ser políticos. Seducen (atraen desde la fascinación), o se dedican a otra cosa, casi siempre muy bien remunerada, pero a otra cosa
 
Los científicos investigan, argumentan, debaten miden y comparan para demostrar justificadamente alguna cosa que impulse mejoras en la comunidad. No deciden. Al utilizar una jerga mucho más ininteligible que la de los políticos, es más difícil que la sociedad a la que sirven les juzgue. Ni siquiera se atreve a juzgarlos en muchos casos, porque un halo de misterio les protege de las miradas inquisitoriales del vulgo lego. Porque los científicos convencen (persuaden a través de una argumentación racional).
 
Los técnicos de la administración gestionan y publican bajo su responsabilidad los argumentos legales, económicos y científicos que soportan la estructura que concede idoneidad a las decisiones de los políticos y hacen funcionar el país, cumpliendo y haciendo cumplir las leyes (de aquí viene "funcionario"). Tampoco les toca tomar las grandes decisiones, porque son más científicos (convencen), que políticos.
 
El discurso oficial de la que hace años fue denominada “nueva política del agua”, fiel al metamodelo del lenguaje, procesa la información como cualquiera de nosotros: es tanta la que nos entra en cada instante, que inconscientemente generalizamos, distorsionamos y eliminamos. Ese es nuestro embudo “natural”, que lamina una gran parte de lo que nos llega de fuera y produce lo que sale de nosotros vía lenguaje.
 
Muchos ciudadanos ajenos a estas disciplinas, oyen sin cesar las expresiones “nueva cultura del agua” y “nueva política del agua”, y las interpretan de maneras muy diversas, en función de sus valores y creencias, porque los valores y creencias surgen de las emociones y nada hay más generador de emociones que el agua.
 
El discurso oficial del agua en España nace en 1926 y recoge la emoción imperante en dicha época: enormes superficies de tierra yermas e improductivas a causa de un clima extremo, provocan resignación y resentimiento, estados de ánimo tan negativos que obligan a los residentes a marchar a otros lugares o a pasar hambre si no se marchaban y a los políticos a diseñar nuevas soluciones para evitar que el país se desangre por sus puertos y fronteras. Surge así un discurso “progresista”, el derivado del regeneracionismo y del krausismo, liderado por Joaquín Costa que da a la ingeniería todo protagonismo. 
 
Nada nuevo hay bajo el sol y por ello, allá por el año de 1930, al finalizar el primer tercio del siglo pasado el ingeniero Manuel Lorenzo Pardo, publicó un libro cuyo título es tan esclarecedor como sugerente: “La Confederación del Ebro: Nueva política hidráulica”.
 
El objetivo de la nueva política hidráulica era “llevar a la práctica ideal, perseguido desde hace tantos siglos por los españoles, de valorizar la tierra e intensificar su producción mediante el riego”. ¿Se puede ser más emocional?
 
Actualmente, es público y notorio que a casi un siglo vista, los loables fines marcados por Lorenzo Pardo fueron alcanzados, con el aval presupuestario del Estado (yo siempre pregunto ¿y esto quien lo paga?).
 
En el debate de la gestión del agua, ya conocemos la estructura tradicional, basada en palabras ampulosas, en juicios infundados, tan manidos que ya no significan nada, porque significan algo diferente para cada lector u oyente: cara, escasa, recurso indispensable, intereses del cemento, políticos ineptos, regantes despilfarradores, afecciones ambientales por trasvases, sostenibilidad, ecosistemas, ahorro, pozos ilegales, laxitud administrativa, anclajes en el pasado de una ineficiente administración, bla, bla bla. Resultado hasta hoy: dos bandos enfrentados para destruir los argumentos del “enemigo” convenciendo de la bondad de los suyos al público que asiste estupefacto a unas descargas de datos inconexos en una jerga ininteligible para la mayoría que pretende, repito, convencer de la maldad intrínseca de unos y de la bondad absoluta de otros, emitiendo juicios poco o nada fundados. O sea que lo que a mí me llega de todo esto, después de llevar 34 años sumergido profesionalmente en el agua, es que su objetivo es:     
 
Destruir que significa deshacer, inutilizar algo no material, como puede ser un argumento o un proyecto. Me da cosa aludir a la acepción de reducir a cenizas o trozos algo ya construido.
 


¿Y ahora, qué toca?

 
El ideal del siglo XXI parece ser la Directiva marco del agua y sus hijuelas. Un cambio significativo es que el Estado pasa a un segundo plano, porque tiene que rendir cuentas a Europa en un plazo fijado y si no las rinde, le (nos) multan. Otro es que hay que recuperar los costes de las medidas a implementar para el cumplimiento del ideal y cada ciudadano/a (cliente), debe contribuir a ello.
 
Ya no existe la política hidráulica “nacional” del recurso en el marco común de Europa, sino que se debe hablar del grado de adecuación de cada política hidráulica nacional a los principios básicos del referente legal europeo, la Directiva. Los países europeos ribereños del Atlántico comienzan a temer las consecuencias de los episodios de sequía (desalinizadora de Londres), mientras que los mediterráneos ven como el creciente turismo cada vez menos estacional y el constante aumento de las superficies regables en detrimento del secano, pone en peligro sus recursos hídricos. Los países centroeuropeos tienen sus eternos problemas con la contaminación de estos recursos, sobre todo los que estuvieron situados al otro lado del muro. Todos se preparan para asumir las malas noticias sobre el sector del calentamineto global y el incremento de población (más clientes) que supone la inmigración y la llegada de refugiados con otros hábitos en la gestión del agua. Por todo ello, el agua es ya hoy la clave en el escenario político local, regional y nacional.
 
La modificación de la Ley de Aguas del verano de 2011, otorgando nuevas competencias a las comunidades autónomas en cuencas intercomunitarias, hizo tambalearse a las confederaciones. Una posterior modificación, puso las cosas de nuevo en su sitio, no sabemos hasta cuándo. El fantasma de las privatizaciones acecha y las actuales confederaciones han descendido un escalón en sus atribuciones, pues sus presidentes tienen rango de subdirector general. Los escándalos de corrupción en empresas públicas que gestionaron enormes cantidades de inversión, son letales para dar alas a la seducción que se pretendía asociar a la realización de obras por empresas más ágiles y “modernas” que las “obsoletas” y envejecidas confederaciones.    
 
Así las cosas, los conflictos sociales se otean en el horizonte y resucitan (porque no se avanza) con una periodicidad cíclica, cada vez que se pretende adoptar una medida con suficiente calado para ser contestada sobre todo desde el ámbito más cercano a la actuación que se pretende realizar. Y vuelven los discursos tópicos, cada vez más aburridos de los expertos de alguna de las decenas de disciplinas que componen la gestión del agua y siguen azuzando a unos contra otros desde su torre de marfil, despreciando a unos y halagando a otros en función del grado de comunión de ideas, de valores y de creencias, olvidando que el objetivo no es demostrar que mi visión es mejor que la tuya, sino ampliar el campo de visión para conocer mejor el problema y definir sus soluciones. Pasando del “o esto o nada” al “esto y esto” 
 
Convencer a todos es muy difícil, a las pruebas me remito. Seducir desde un modelo interdisciplinar, honrado, interactivo, de ida y vuelta, participativo  basado en la mutua confianza, reflexivo y respetuoso, es el reto.
 
Deconstruir es deshacer analíticamente o sea, descomponiéndolos, los elementos que constituyen una estructura conceptual. Es una postura que propone hacer una lectura minuciosa de cualquier discurso existente para llevarlo al extremo de darle una significación diferente de lo que parecía estar mostrando. O sea, provocando un cambio de observador, que nos permita tener una opinión basada en juicios fundamentados, porque... todo esto tiene un precio que alguien tendrá que pagar. Sepamos, de verdad, lo que nos cuesta disponer de agua suficiente en cantidad y calidad, derecho inalienable de todos los ciudadanos sin afectar a los ecosistemas y obremos en consecuencia. Y que los medios de comunicación distingan entre “caro” y “costoso”, ya que lo primero es lo que vale menos de lo que me aporta y lo segundo es solo lo que vale lo que me aporta.
 
La deconstrucción a la que me refiero aquí, la relativa al discurso de la gestión del agua en España, exige, en mi opinión a los responsables de la toma de decisiones remover lo que se les ha dado hecho para buscar ante todo sus propias interpretaciones usando la reflexión crítica y luego contestando a la pregunta de qué tipo de “enseñante” quieren ser, analizando cómo lo transmiten a sus “clientes” (o votantes) en el Parlamento y fuera del parlamento. A partir de ahí podrán construir un nuevo discurso fundado en la escucha, en la empatía, en la comunicación instructiva que es la que se produce cuando el receptor es capaz de reproducir la información que se le está transmitiendo dándole sentido
 


Conclusión final

 
Estamos inmersos en una época de cambios que exigirá de todos un esfuerzo de comprensión, en aras de la racionalización de la demanda. Si la administración quiere administrar, debe ante todo generar confianza en el administrado y se la debe trasladar a través de los líderes correspondientes. Ese es el reto de los rectores de los órganos de gestión pública del agua para el siglo XXI: la generación de confianza en un servicio universal de calidad que preserve el patrimonio… que por ello es costoso.
 
Parece que lo nuevo, todavía, es la Directiva, como hace 90 años fueron las confederaciones. La gestión del agua en España en ese casi siglo ha ido siempre de la mano de la política: las confederaciones se crearon a causa de un cambio político (dictadura de Primo de Rivera) y languidecieron tras otro (República del 31), para volver a emerger formalmente de la mano de los vencedores de la guerra civil. Ahora, no solo los modelos de gestión de los hasta hace poco dos partidos mayoritarios nacionales son radicalmente diferentes, es decir si cambia el partido, cambia la gestión, sino que han aparecido otros dos partidos, también con con sus modelos. Pero la Directiva y Europa, obligan a cumplir un calendario muy estricto. Nos encontramos por ello en el umbral de un nuevo cambio que será tanto más radical cuanto el gobierno (cuando lo haya), decida en un sentido u otro sobre el grado de cumplimiento que España asumirá respecto a las exigencias europeas en materia de gestión del agua en 2021. El futuro de los organismos de cuenca dependerá de esa decisión. La administración hidráulica actual es la administración de las competencias. La futura, con la DMA en la mano, será la de los objetivos.
 
La administración patrimonial del agua tiene el reto de generar confianza entre los administrados. Por ello, sus líderes, como todos los líderes, deben generar esa confianza y ese es un camino aún inexplorado. Por ello, las dos palabras que resumen la pedagogía social actual del agua-recurso,  “cara- escasa”,  podrían empezar a sustituirse por las dos palabras que definirían la pedagogía futura del agua-patrimonio  “costosa- confiable”
 
Asumir este reto, como cualquier otro, exige un esfuerzo colectivo, en este caso triple: técnico (cómo hacerlo eficaz y eficientemente), económico (¿cuánto es, de dónde lo sacamos, quién paga?) y emocional (¿ampliaremos nuestra visión para eliminar las creencias limitantes en forma de eliminación, distorsión  y generalización, seremos capaces de fundamentar nuestros juicios y de atravesar los filtros inconscientes de la información, deconstruyendo?).
 
Y lo que sea económicamente viable y técnicamente factible tendrá que ser TAMBIÉN socialmente aceptable (hay que seducir al cliente). Y si no, no habrá nada.
 
El futuro del agua en España pasa porque algún día que la comunidad científica se preocupe de estudiar hasta qué punto la sociedad está dispuesta a aceptar, a cambiar, a pagar los resultados del mejor modelo para la gestión del agua, definido desde el método científico con respeto a la diferencia, amplitud de miras e integración de todos los parámetros… y qué modelo de seducción emplean los políticos, hasta hacer suyo este triple reto.
 
En futurodelagua.com nos gustaría que surgiese un líder que afrontara la tarea de gestionar el equipo que trabaje para articular los medios necesarios para ganar la confianza de la sociedad, algo, por ahora, inexistente, lo que es para nosotros la fuente de todos los males de la gestión del agua: la desconfianza en el gestor.
 
Reflexionar sobre que todo puede ser visto desde diversos puntos de vista, porque no hay una sola realidad es básico para iniciar la deconstrucción. Al acuerdo se llega antes escuchando al otro, haciéndole visible, dándole la oportunidad de decir cosas que no tienen por qué ser las que nosotros pensamos sin demonizarle. Porque todos tenemos una intención positiva. Solo así se amplía el campo de observación y se enriquecen las soluciones acordadas, fundamentando los juicios. Solo así se seduce, porque la autoridad de lo que decimos está basada en la confianza que transmitimos obrando así. Solo así se avanza. Y esto es tan posible para un limnólogo concreto como para un ingeniero, un economista, un sociólogo un letrado o para cualquier mortal. Solo depende de uno mismo, no de su profesión. Nuestro reto es deconstruir desde aquí, desde el respeto a la diferencia de criterios y la visibilidad del otro, porque nos aburre lo tópico, lo de siempre. Porque no vemos que así se avance un milímetro desde hace muchos años en el incremento de confianza en el regulador, en el gestor.
 
Hacer o no hacer en el universo de la gestión del agua depende de cómo se pretende garantizar la cantidad y la calidad del agua, del precio que se pague por servirse de las redes, restaurar espacios fluviales y protegernos de las inundaciones y del tipo de actuaciones ambientales a realizar. La modalidad del debate, que llamamos del cenutrio (ver DRAE, energía negativa constante, victimismo), no es la que defendemos.
 
Asumir el reto de futuro (eliminar el concepto "problema"), sí. Y lo que observamos es que en lo que llevamos de siglo, en este campo, se ha modificado y mucho el ordenamiento jurídico (no olviden que eso es costoso), se ha intentado cambiar los valores con una "nueva cultura", con cierta polarización social como resultado y no se ha entrado en los aspectos éticos. Ahí está en mi opinión el reto a asumir en el futuro. Dice Ramón Vázquez, uno de los cerebros científicos más alejados del "cenutrismo" que conocemos que, "la sociedad ha de sancionar éticamente en consonancia con el nuevo sistema de valores, aquellas actitudes que atenten contra la calidad de vida o el progreso no estrictamente económico". Pero, ¿quién seduce al cliente y la clienta? El reto está en seducirles.
 
 
Lorenzo Correa Lloreda
 
 

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24/08/2016 En respuesta a León Clemente, pláceme enumerar nuestras conclusiones: Para accionar, hay que conocer el objetivo, ponerle fecha de caducidad, precio y designar quien lo paga. En nuestro ámbito, se reduce a una palabra: planificar.

Desde nuestro blog, abogamos por una manera de hacerlo (gestión seductora).
¿Quién lo hace? (¿quién acciona?): quien tenga poder para ello (un gobierno). Hasta ahora lo han hecho mediante los conocidos planes hidrológicos con las siguientes carencias: los objetivos no han estado nunca consensuados por los "clientes". Los plazos no se han cumplido. Los costes no han sido asumidos por quienes deben pagarlos. Ha habido malversaciones de fondos públicos. Consecuencia: desconfianza en quien lleva el timón, ergo marasmo, paralización. Así no se hace (decimos nosotros). Y decimos también cómo habría que hacerlo.

A partir de aquí, hay que actuar. Las tecnologías están ahí. Tienen un coste de implementación y mantenimiento. Podemos saber cuál es. ¿Quién lo paga?.

Eso es lo primero que hay que HACER: definir objetivo consensuado y su plazo de consecución, asegurar que hay fondos seduciendo a quien tiene que pagar y empezar a trabajar con honradez y eficiencia. Nada más y nada menos. Ahora que no paramos de ir a votar, en algún programa político debería de mencionarse esto, en algún rinconcito. Si no se hace, el Sr. Clemente y muchos más señores y señoras se continuarán quejando con toda la lógica del mundo. Aquí y en la Polinesia. Gracias por los comentarios
22/08/2016
leon clemente muñiz escribió:
Y que en conclusión? el agua de todo el Mundo se muere por contaminacion que TODOS propiciamos y seguimos haciendo discursos, dando opiniones, escribiendo artículos etc.. y que con el agua?

!!!!Accion Señores, Accion.¡¡¡¡¡

Es necesario empezar, con la Tecnologías que tenemos a la mano y que empiecen a resolver estos problemas, no estar tratando de hacer un Protocolo, de quien, como y cuando se llevará a cabo, el inicio de la comisión que nombre a las personas idoneas, tanto politicas como tecnicos para ...bla ...bla ... bla
20/08/2016
Ana Ghanem escribió:
Excelentes recomendaciones. Esta situación no solo pasa en España, también pasa en otros países.
19/08/2016
Rafael Ariza escribió:
Interesante artículo, deberíamos de intentar cumplirlo.