"La Estrategia Europea de Resiliencia del Agua marca un hito en la política ambiental y territorial de la Unión, al situar el agua en el centro de la seguridad, la competitividad y la sostenibilidad. Su enfoque holístico, apoyado en la aplicación efectiva de la Directiva Marco del Agua, la digitalización, la reutilización y la restauración de los ecosistemas, ofrece una hoja de ruta ambiciosa y técnicamente solvente"
El pasado 03 de Junio, la Unión Europea ha dado un nuevo paso hacia la protección de sus recursos hídricos con el lanzamiento de su
European Water Resilience Strategy. Esta iniciativa surge como respuesta a los crecientes desafíos que enfrentan los países europeos, donde fenómenos extremos como sequías prolongadas e inundaciones devastadoras se han convertido en una realidad cada vez más frecuente.
El continente europeo experimenta actualmente una presión hídrica sin precedentes, con aproximadamente un tercio de su territorio sufriendo escasez de agua anualmente. Esta situación crítica ha llevado a las instituciones europeas a reconocer la gestión del agua más allá de ser una cuestión ambiental, se trata de un pilar fundamental para la estabilidad social y económica en las diferentes regiones de la unión.
La nueva estrategia representa un cambio paradigmático en el enfoque europeo hacia los recursos hídricos, integrando la política del agua dentro de un marco más amplio que abarca la competitividad económica, la seguridad ciudadana y la adaptación climática.
Fig. 1. Pilares de la estrategia europea de Recursos Hídricos
Parece que la idea de la Unión Europea es no crear más marco regulatorio (cosa que hace manera intensa), para usar nuestro actual marco regulatorio europeo "la Directiva Marco del Agua", ayudando económicamente a los estados miembros, a poder implantarla de una vez.
Esta iniciativa se estructura en torno a tres ejes principales: la protección y restauración del ciclo hidrológico, la mejora de la eficiencia en el uso del agua en todos los sectores económicos, y el mejorar la participación activa de los ciudadanos en la construcción de un futuro más resiliente desde el punto de vista hídrico.
La estrategia establece metas ambiciosas, incluyendo el objetivo de incrementar la eficiencia hídrica en al menos un 10% para 2030, mientras promueve soluciones innovadoras que van desde tecnologías digitales avanzadas hasta enfoques basados en la naturaleza. Sin embargo, personalmente me surgen varios interrogantes:
¿Cómo se articula esta estrategia con la necesidad de agilidad en su implementación por parte de los Estados miembros, y en particular en el caso de España?
La velocidad de implantación será un factor determinante para que la Estrategia Europea de Resiliencia del Agua tenga un impacto real en los territorios. En el caso de España, el reto se multiplica debido a su complejidad institucional: 17 comunidades autónomas con competencias sectoriales diversas y una gobernanza hídrica históricamente estructurada en torno al concepto de cuenca hidrográfica. Esto implica una intensa interrelación entre organismos estatales (como la Administración General del Estado y las confederaciones hidrográficas), autonómicos y locales, que deberán coordinarse de forma eficaz y alineada con los objetivos europeos.
¿Cómo se adaptarán estas medidas a los verdaderos cambios y necesidades de los sectores económicos y sociales, tanto en el espacio como, especialmente, en el tiempo?
Uno de los grandes desafíos será garantizar que las medidas propuestas por la estrategia, reutilización, eficiencia, digitalización, restauración de ecosistemas, etc, que respondan no sólo a los principios generales de sostenibilidad, sino también a las realidades territoriales, sectoriales y temporales. Las soluciones deben adecuarse a la variabilidad climática y productiva de cada zona, así como al ritmo real de transformación de sectores como el agrícola, el industrial o el urbano. El éxito de la estrategia dependerá, en buena parte, de la capacidad de adaptación y planificación flexible por parte de las autoridades responsables, de la existencia de marcos de financiación eficaces, y de la voluntad política para anticiparse y no solo reaccionar.
Con una inversión estimada de 78.000 millones de euros anuales necesarios para modernizar los sistemas hídricos europeos, de los cuales 23.000 millones aún carecen de financiación identificada, la estrategia enfrenta un desafío económico considerable. Aunque se propone un Acelerador de Inversiones en Agua, la ausencia de objetivos jurídicamente vinculantes plantea dudas sobre la capacidad real de implementación y el compromiso efectivo de los Estados miembros.
Esta iniciativa, si bien representa uno de los esfuerzos más significativos de la UE hacia la sostenibilidad hídrica, deberá demostrar su efectividad en la práctica, especialmente en un contexto donde las declaraciones de intenciones europeas no siempre se traducen en acciones concretas y coordinadas a nivel nacional. El verdadero test será si logra pasar de ser una estrategia bien intencionada a convertirse en una transformación tangible de la gestión hídrica europea.
Sobre la revisión de los planes de cuenca
La Comisión Europea prioriza la implementación efectiva de la Directiva Marco del Agua (DMA), cuyo objetivo es alcanzar un buen estado ecológico y químico de todas las masas de agua para el año 2027.
Para ello, se prevé una revisión en profundidad de los Planes Hidrológicos de Cuenca (PHC) y de los Planes de Gestión de Riesgos de Inundación (PGRI), incorporando no solo criterios de calidad del agua, sino también de disponibilidad y resiliencia frente a fenómenos extremos.
Durante el periodo 2025-2026, la Comisión iniciará diálogos estructurados con los Estados miembros para abordar cuestiones como la sobreexplotación de recursos hídricos y la contaminación, tal como se señala en el informe COM(2025) 2 final, donde se destaca la falta de controles efectivos para prevenir extracciones excesivas. Como parte de este esfuerzo, se desarrollarán indicadores armonizados de escasez hídrica y se elaborará una Guía Técnica sobre Planes de Gestión de Sequías prevista para 2026-2027, con el fin de apoyar la planificación anticipada ante eventos climáticos extremos.
La estrategia también fomenta el uso de soluciones basadas en la naturaleza, como las llamadas ciudades esponja y las zonas de recarga de acuíferos, que permiten gestionar el agua de forma controlada y sostenible. Para ello, se pondrá en marcha el Sponge Facility, un mecanismo de coordinación de iniciativas orientadas a la retención de agua en el territorio, respaldado por la Regulación de Restauración de la Naturaleza (UE 2024/1991).
La recuperación del buen estado de las masas de agua ha sido, desde el inicio, el principal objetivo de la Directiva Marco del Agua. Sin embargo, los enfoques para lograrlo difieren considerablemente entre regiones, y es precisamente en el “cómo” donde menos convergencia existe a nivel europeo.
No está claro que restablecer la conectividad fluvial en 25.000 km de ríos sea, en todos los casos, la vía más eficaz para mejorar la resiliencia hídrica. De hecho, este tipo de medidas podría entrar en conflicto con las particularidades hidrológicas y socioeconómicas de distintos territorios. Existe una diferencia estructural entre el norte y el sur de Europa: los ríos del sur, como en España, presentan una mayor irregularidad, estacionalidad y presión sobre el recurso, lo que los hace funcionar de manera muy distinta respecto a los ríos del norte, más caudalosos y estables.
Por tanto, si bien la restauración ecológica y la conectividad son importantes, las estrategias deben adaptarse a la realidad climática y funcional de cada cuenca, priorizando soluciones que realmente refuercen la resiliencia, el equilibrio de usos y la sostenibilidad a largo plazo.
Innovación y Herramientas Digitales para la Gestión del Agua
La digitalización se posiciona como un motor clave para mejorar la eficiencia en el uso del agua. La Estrategia Europea de Resiliencia del Agua subraya el potencial de tecnologías como los sistemas avanzados de detección de fugas, los datos satelitales del programa Copernicus y los modelos de inteligencia artificial para optimizar la gestión integral del recurso. No obstante, la adopción de estas herramientas sigue siendo desigual entre regiones y sectores.
Para 2026, la Comisión Europea tiene previsto lanzar un Plan de Acción sobre Digitalización, que incluirá la iniciativa Smart Metering for All. Esta medida busca generalizar el uso de contadores inteligentes capaces de monitorizar el consumo hídrico en tiempo real, especialmente en sectores críticos como la agricultura y el abastecimiento urbano.
Asimismo, se pondrá en marcha el Water Thematic Hub de Copernicus, que integrará datos de observación de la Tierra para mejorar la capacidad de predicción ante fenómenos extremos como sequías e inundaciones, reforzando así la toma de decisiones basada en evidencias.
Proyectos de vanguardia como el Digital Twin of the Ocean y Destination Earth estarán operativos antes de 2030. Estos gemelos digitales permitirán simular escenarios climáticos, hidrológicos y de disponibilidad del recurso hídrico a distintas escalas. Su aplicación será clave en la planificación de infraestructuras hídricas resilientes, especialmente en el ámbito del regadío agrícola, donde las pérdidas de agua pueden alcanzar entre un 8% y un 57%, dependiendo del sistema y la tecnología empleada.
Reutilización del agua y la eficiencia hídrica
La reutilización del agua y la eficiencia hídrica se consolidan como pilares fundamentales para reducir la demanda y garantizar un uso más sostenible del recurso, especialmente en sectores estratégicos como la agricultura de regadío. La estrategia europea promueve una expansión decidida del uso de aguas regeneradas, reforzando el Reglamento (UE) 2020/741, inicialmente centrado en el riego agrícola, y ampliando su alcance a otros usos industriales —como la refrigeración— y urbanos —como el riego de zonas verdes o la limpieza viaria—. Actualmente, solo el 2,4% de las aguas residuales tratadas se reutilizan en Europa, con grandes disparidades entre Estados miembros, desde niveles prácticamente nulos hasta tasas del 80%.
Dado que la agricultura representa en torno al 51% del consumo de agua en la Unión Europea, las medidas dirigidas a este sector son prioritarias. Se fomenta la implantación de tecnologías como el riego por goteo, la agricultura de precisión y el uso de cultivos adaptados al estrés hídrico, todo ello apoyado por instrumentos de la Política Agraria Común (PAC). El objetivo para 2027 es ambicioso: mejorar la salud del suelo en el 47% de las superficies agrícolas y aumentar significativamente la eficiencia del uso del agua en regadíos.
En paralelo, se contempla la desalinización como una solución complementaria y de último recurso, especialmente en regiones sometidas a estrés hídrico estructural, como las islas y zonas costeras del sur de Europa. A pesar de su elevado coste económico y energético, la Comisión apoyará el desarrollo de tecnologías innovadoras para reducir su impacto, apostando por fuentes renovables de energía y por el reciclado de la salmuera generada. Todo ello se integra dentro de un enfoque más amplio que prioriza, de forma clara, la eficiencia y la reutilización frente a la creación de nuevas fuentes de suministro.
Contaminantes emergentes: el caso de los PFAS
Los PFAS, al ser sustancias químicas persistentes y peligrosas, están siendo reguladas bajo REACH. La Comisión Europea propone prohibir o restringir su uso en muchos productos de consumo (como textiles o envases) para proteger la salud y reducir la contaminación ambiental.
La estrategia también pone el foco en uno de los grandes retos emergentes en la política del agua: la contaminación por sustancias perfluoroalquiladas (PFAS), también conocidas como “contaminantes eternos” por su persistencia en el medio ambiente y en los organismos vivos. Estas sustancias, presentes en productos de uso cotidiano como textiles, utensilios de cocina o espumas contra incendios, generan enormes costes ambientales, sanitarios y económicos, estimados por la Comisión Europea entre 52.000 y 84.000 millones de euros anuales.
La estrategia propone una doble vía de actuación:
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por un lado, se avanzará hacia la prohibición del uso de PFAS en productos de consumo antes de 2025, reforzando la legislación REACH (Registration, Evaluation, Authorisation and Restriction of Chemicals).
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por otro, se financiará la remediación de suelos y masas de agua contaminadas, aplicando el principio de “quien contamina, paga”.
Sin financiación real la estrategia no avanzará
El Banco Europeo de Inversiones (BEI) tiene previsto destinar más de 15.000 millones de euros entre 2025 y 2027 a infraestructuras hídricas, tanto a gran escala como a proyectos más pequeños y descentralizados. Paralelamente, la política de cohesión de la UE ofrece mecanismos de cofinanciación muy favorables, incluso con tasas de cobertura de hasta el 100% en algunas regiones menos desarrolladas, lo que facilita la implementación de actuaciones clave en zonas con mayores necesidades.
Para movilizar capital privado y fomentar nuevas formas de financiación, se lanzará el Acelerador de Inversión en Resiliencia Hídrica, que implementará 20 proyectos piloto entre 2026 y 2027. Asimismo, se desarrollará una Hoja de Ruta para los Créditos de Naturaleza, prevista para 2025, con el objetivo de escalar los mercados de servicios ecosistémicos. En este contexto, el Sustainable Water Advisory Facility, también impulsado por el BEI, ampliará la cartera de proyectos técnicos y financieros disponibles en los Estados miembros.
Modelos innovadores como “Water as a Service”, junto con el uso de bonos verdes y azules, se consideran herramientas clave para atraer inversiones sostenibles al sector hídrico. Además, se promoverán soluciones “plug and play” orientadas a reducir fugas, mejorar la eficiencia y modernizar infraestructuras con rapidez y escalabilidad.
Por último, la estrategia incluye iniciativas integradoras como los Green and Blue Corridors, previstos para 2027, que combinan restauración de ríos y humedales con soluciones basadas en la naturaleza, reforzando así la conexión entre resiliencia ecológica e inversión inteligente.
Otros aspectos que marca la nueva estrategia
Además de los grandes pilares centrados en la eficiencia, la reutilización y la restauración ecológica, la Estrategia Europea de Resiliencia del Agua aborda una serie de cuestiones complementarias pero esenciales para lograr una transición hídrica eficaz y sostenible.
Uno de los focos principales es la contaminación química, en particular la causada por los compuestos perfluorados (PFAS), conocidos por su persistencia y toxicidad. La Comisión estima que los costes derivados de la contaminación por PFAS ascienden a entre 52.000 y 84.000 millones de euros anuales. En respuesta, se financiarán actuaciones para la remediación de sitios contaminados heredados, aplicando el principio de “quien contamina, paga”. Además, se impulsará la prohibición de estos compuestos en productos de consumo antes de 2025, en estrecha coordinación con la legislación REACH, reforzando así la protección de la salud humana y del medio ambiente.
La estrategia también incluye una agenda de simplificación normativa y mejora de la gobernanza, con el desarrollo de un omnibus legislativo ambiental que tiene como objetivo reducir la carga administrativa sin comprometer los objetivos ecológicos. En este marco, se revisarán los esquemas de responsabilidad ampliada del productor (RAP) contemplados en la Directiva sobre el Tratamiento de Aguas Residuales Urbanas, considerados esenciales para avanzar hacia una economía circular, pero cuya implementación resulta compleja debido a la superposición de normas europeas y nacionales.
En cuanto a la gobernanza, se reforzará el seguimiento y coordinación a través de diálogos estructurados con los Estados miembros, y la creación del Water Resilience Forum, previsto para 2026, que servirá como plataforma de evaluación del progreso y de intercambio de buenas prácticas.
La estrategia reconoce, asimismo, los desafíos estructurales que dificultan su aplicación, entre ellos la fragmentación de los datos hidrológicos, la capacidad administrativa limitada en algunos territorios, y los elevados costes de determinadas tecnologías, como la desalinización. Sin embargo, estas barreras se enfrentan también a una serie de oportunidades significativas. La industria del agua en la UE, que ya representa un volumen económico de 111.700 millones de euros y genera 1,6 millones de empleos, tiene el potencial de crear hasta 9.000 nuevos empleos anuales y ahorrar 2.800 millones de euros cada año mediante la adopción de soluciones innovadoras.
Conclusiones
La Estrategia Europea de Resiliencia del Agua marca un hito en la política ambiental y territorial de la Unión, al situar el agua en el centro de la seguridad, la competitividad y la sostenibilidad. Su enfoque holístico, apoyado en la aplicación efectiva de la Directiva Marco del Agua, la digitalización, la reutilización y la restauración de los ecosistemas, ofrece una hoja de ruta ambiciosa y técnicamente solvente.
Sin embargo, su éxito dependerá de forma decisiva de la capacidad de los Estados miembros para implementar las medidas propuestas con agilidad, coordinación y realismo. En países como España, donde la complejidad institucional y territorial del modelo de gobernanza hídrica impone retos adicionales, será crucial adaptar la estrategia a las realidades específicas de cada cuenca, sector productivo y comunidad autónoma. La financiación, la voluntad política y la flexibilidad administrativa se revelan como factores clave.
Aunque el marco propuesto no es jurídicamente vinculante, sí sienta las bases para una transformación estructural que, si se traduce en acciones concretas, puede ayudar a evitar el deterioro de nuestros sistemas hídricos y prepararnos mejor ante los impactos del cambio climático. El tiempo, la coherencia entre escalas y el compromiso colectivo serán determinantes para que esta estrategia no se quede en el plano de la intención, sino que se convierta en una verdadera oportunidad para reconfigurar el futuro hídrico de Europa.
Desde mi punto de vista, me parece perfecto que Europa haya entendido que ha llegado el momento de dejar de legislar en torno al agua como ejercicio teórico y comenzar a construir realmente los mimbres que permitan aplicar, de forma efectiva, la Directiva Marco del Agua (DMA). Tenemos un marco legal sólido, lo que necesitamos ahora es dotarlo de medios, planificación y voluntad real de ejecución.
Además, me gustaría cuestionar el uso poco matizado del concepto de “renaturalización” de ríos y cuencas hidrográficas. Si bien tiene un atractivo simbólico y ambiental, conviene recordar que la sostenibilidad exige integrar las dimensiones técnica, ambiental, económica y social. Hemos avanzado gracias a nuestra capacidad de almacenar agua, de usar, de transportarla, posteriormente de depurarla, y ahora de regenerarla. Esos proceso pueden estar perfectamente alineados con la economía circular y la sostenibilidad, pero parece un poco antagónico, querer devolver los cauces a sus cursos naturales, y posteriormente usar la desalación (y su energía) para volver a traer a tierra agua para usos. Sin todas las patas que conforman el ciclo integral del agua, captación, almacenamiento, aducción, potabilización, desalación, saneamiento, permeabilización de las ciudades, gestión de las aguas pluviales, depuración de aguas residuales, regeneración y reutilización, la resiliencia hídrica es inviable.
Por último, debemos tener muy presente que la gestión del agua no es homogénea en Europa. El norte y el sur presentan realidades climáticas, hidrológicas y socioeconómicas distintas. Es necesario aprender unos de otros, generar sinergias y aplicar el conocimiento científico, pero también asumir que las buenas ideas, sin financiación , sin planeación y sin ejecución, son sueños no realidades.
Manuel Jesús González
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