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30/10/2025

Hacia una nueva cultura de la calidad del aire




"La calidad del aire ya no es solo una cuestión ambiental, es salud, innovación y responsabilidad compartida. El futuro se construye desde la colaboración y la acción"
 

 
La calidad del aire que respiramos se ha convertido en uno de los grandes desafíos urbanos y sociales del siglo XXI. Más allá de los titulares sobre cambio climático o contaminación, se trata de un indicador silencioso pero decisivo de nuestro bienestar colectivo. Durante el 4º Congrés de Qualitat de l’Aire de Sabadell, al que asistió NasApp, quedó claro que la cuestión no es si debemos actuar, sino cómo y con quién hacerlo.
 

Un reto compartido que requiere visión común

 
Uno de los mensajes más reiterados en las conferencias fue la necesidad de una estrategia coordinada entre administraciones, empresas y ciudadanía. La calidad del aire no entiende de fronteras administrativas ni de competencias sectoriales: los contaminantes se desplazan, se mezclan y multiplican sus efectos.
 
De ahí la urgencia de construir una gobernanza colaborativa, donde cada actor —desde los entes públicos hasta la industria, pasando por el tejido social y la investigación— asuma su papel con una visión compartida de futuro.
 
La colaboración público-privada se presenta como un eje esencial. Innovar, desarrollar nuevas tecnologías y adoptar procesos más limpios no solo es una apuesta estratégica por la sostenibilidad y la competitividad.
 

Vigilar, comprender y actuar

 
Entre los principales retos expuestos, uno destaca por encima de todos: la vigilancia efectiva de la calidad del aire. No se puede mejorar lo que no se mide. A pesar de los avances en redes de monitoreo y modelos de predicción, aún persisten vacíos importantes.
 
La identificación de fuentes de contaminación sigue siendo una tarea compleja. En muchos casos, la dispersión de los emisores dificulta la acción y diluye los esfuerzos.
 
A ello se suma una regulación todavía incompleta: algunos precursores clave, como el amoníaco, carecen de límites de calidad definidos, y los límites de emisión en ciertos sectores son inexistentes o desactualizados. Esta falta de marco normativo genera incertidumbre y frena la toma de decisiones.
 
En este contexto, la tecnología y la ciencia ciudadana emergen como aliadas indispensables. Plataformas capaces de detectar, registrar y analizar episodios de contaminación, incluidos los relacionados con olores industriales o urbanos, permiten construir un conocimiento más detallado y localizado de la realidad atmosférica.
 
La transparencia de los datos ofrece a las administraciones herramientas para diseñar políticas más efectivas y a las empresas información para anticipar conflictos y mejorar sus procesos y gestión ambiental.
 
 
 

La resistencia al cambio: un obstáculo superable

 
Pese a la evidencia científica y social, el cambio no siempre llega con la rapidez necesaria. Durante el congreso se habló de reticencia al cambio, desde inercias institucionales hasta barreras económicas o culturales. Muchas veces, la transición hacia modelos más sostenibles se percibe como un coste, y no como una inversión.
 
Sin embargo, la historia reciente demuestra que la innovación ambiental genera oportunidades. Las empresas que apuestan por la sostenibilidad no solo reducen su impacto, sino que ganan reputación, eficiencia y acceso a nuevos mercados. Los presupuestos destinados a incentivar la transformación son esenciales, pero igual de importante es la voluntad de avanzar, incluso antes de que la normativa obligue a hacerlo.
 

De la contaminación invisible a la conciencia colectiva

 
Uno de los aspectos más inspiradores del congreso fue la constatación de que la calidad del aire empieza a ser una preocupación social real. Las personas quieren saber qué respiran, de dónde provienen los olores que perciben o los contaminantes que afectan a su entorno. Este interés ciudadano es, en sí mismo, una fuerza transformadora.
 
El reto está en traducir esa preocupación en conocimiento útil y acción coordinada. La educación ambiental, la comunicación transparente y la implicación comunitaria son herramientas clave para construir confianza.
 
Cada vez más municipios adoptan sistemas de participación donde la población puede reportar episodios de olor o contaminación, generando datos valiosos que complementan las mediciones técnicas. Este enfoque participativo no solo democratiza la información, sino que fortalece la corresponsabilidad ambiental.
 

Hoja de ruta y motor de cambio

 
Aunque la regulación pueda parecer un corsé, las normas de calidad del aire son, en realidad, una brújula para el progreso. Disponer de límites claros, objetivos y planes de mejora permite a los diferentes actores moverse en una misma dirección.
 
Además, las políticas ambientales bien diseñadas tienen un efecto positivo directo en la salud pública, reduciendo el gasto sanitario y mejorando la calidad de vida.
 
El vínculo entre aire limpio y salud es indiscutible: menos contaminantes significan menos enfermedades respiratorias, cardiovasculares y neurológicas. Por tanto, invertir en calidad del aire es invertir en salud, y este argumento debería bastar para acelerar las decisiones políticas y empresariales.
 
 
Foto de Iva Rajovic en Unsplash
 

Innovar para respirar mejor

 
El futuro de la gestión ambiental pasa por la integración de tecnología, datos y participación. Sistemas inteligentes de monitorización, análisis en tiempo real, inteligencia artificial aplicada a la predicción de episodios y modelos colaborativos de gobernanza marcarán el camino de la próxima década.
 
Pero la innovación no es solo tecnológica. Innovar también implica repensar cómo entendemos y gestionamos los episodios de olor, cómo comunicamos con la ciudadanía y cómo transformamos la información ambiental en decisiones tangibles.
 
La calidad del aire ya no puede tratarse como un asunto técnico aislado: debe formar parte de la cultura organizacional, de la planificación urbana, de la educación y del debate público.
 

Un modelo inspirador desde Tarragona

 
Entre las experiencias más destacadas del congreso, sobresalió la ponencia “Aplicació del PQA a la indústria petroquímica de Tarragona i experiència de vuit anys d’Observatori”, presentada como un ejemplo real de innovación y colaboración efectiva.
 
El Observatori de la Qualitat de l’Aire del Camp de Tarragona se ha consolidado como una referencia en la gestión ambiental, demostrando que la cooperación entre la industria, la administración y el territorio puede generar resultados tangibles.
 
Esta iniciativa, impulsada por el sector petroquímico, nació como respuesta a las expectativas del entorno y ha permitido avanzar en transparencia, medición y comunicación con la ciudadanía.
 
Enmarcado dentro del Pla de Qualitat de l’Aire (PQA) Horitzó 2027, el Observatori contribuye a las actuaciones orientadas a reducir emisiones de contaminantes y a alcanzar los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Su enfoque destaca la importancia del Pla de Vigilància del Camp de Tarragona, un mecanismo que refuerza el compromiso del tejido industrial con los nuevos objetivos de la normativa europea.
 
El caso de Tarragona representa un modelo a seguir en la gestión de episodios de olor y la mejora continua de la calidad del aire. No solo por su base tecnológica, sino también por la creación de un diálogo constante entre actores públicos, privados y sociales. Este tipo de proyectos demuestran que la innovación ambiental se traduce en confianza, transparencia y beneficios compartidos: una hoja de ruta hacia un futuro en el que medir, comprender y actuar forman parte del ADN de la sostenibilidad.
 

Respirar futuro

 
La calidad del aire es un espejo de nuestra sociedad. Refleja nuestras políticas, nuestra industria, nuestros hábitos y, sobre todo, nuestra capacidad de actuar de manera conjunta.
 
El 4º Congrés de Qualitat de l’Aire de Sabadell ha dejado una lección clara: el futuro se respira en presente. La colaboración, la transparencia y la innovación son los pilares sobre los que construiremos ciudades más saludables y sostenibles.
 
La tecnología, la ciencia y la cooperación están de nuestro lado. Solo falta dar el paso, colectivo y decidido, hacia un nuevo paradigma donde respirar aire limpio será una realidad para todos.

 
 

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